Los sanavirones llamaron comechingones a sus vecinos del sur, es decir, a los indígenas que habitaban en casas-pozo desde la zona de Cruz de Eje hasta la de Achiras en el sur, en la provincia de Córdoba; en San Luis ocupaban el área de Conlara.
Los comechingones son descriptos así: altos, morenos, barbados, caracteres que distinguen a los huárpidos; las mediciones de esqueletos hallados dan una media de 1,65m y 1,68m; su cabeza era más o menos alargada y siendo deformada -ocasionalmente- en la forma tubular erecta típica de los diaguitas.
Origen
La antigüedad de los comechingones en las sierras cordobesas parece muy remota; la gruta de Candonga fue habitada desde los primeros tiempos de la era presente; pero son anteriores todavía los aborígenes de los yacimientos de Ongamira y Observatorio, pues todavía no conocían la alfarería y predominaba en ellos el instrumental lítico y de hueso. Alberto Rex González estudió el horizonte precerámico de las sierras cordobesas, el yacimiento de Ayampitín en Pampa de Olaen, el abrigó de Ongamira, la gruta de lntihuasi, en San Luis. Los restos arqueológicos hallados tendrían una antigüedad de cinco milenios, según O. Menghin. Elementos de la época paleolítica como las puntas de lanza o jabalina, de piedra y en forma de hoja de laurel, hallados en varios lugares, perduraron hasta la llegada de los españoles.
Probablemente aquellas "medias picas" de que hablan los documentos de la época de la conquista fuesen esas antiguas lanzas o jabalinas.
Cultura
A las primeras etapas de la cultura se habrían agregado elementos andinos, que aportaron el cultivo de la tierra, el sedentarismo, la cría de llamas, el hilado y el tejido, el vestido de lana, la cerámica negruzca y grabada y el uso de objetos de metal, aunque no aun metalurgia propia.
En la cultura y el hábitat de los comechingones se advierten también elementos de origen amazónico, probablemente transmitidos por los vecinos del norte y del noroeste, los sanavirones. Tendría esa ascendencia sobre todo el modelado de la cerámica dentro de cestos, en el sector septentrional o henia, de asa ancha y maciza, que Serrano llamó aletón. Quizás se podrían añadir algunos fragmentos de cerámica fina y pintada; y las hachas de piedra pulimentada, del Neolítico
Los comechingones de la época histórica fueron la resultante de esas distintas influencias, las incaicas no llegaron hasta ellos y las amazónicos son muy débiles; y eso distingue a estos pueblos de los otros del noroeste. Aparido puede hablar de una "verdadera ínsula etnográfica dentro de la cual se han conservado los elementos de una cultura primordial que, en cierta época, habría sido común a buena parte del noroeste argentino.
Del nivel cultural de los indígenas de las sierras de Córdoba ofrecen excelentes testimonios las pinturas rupestres, abundantes en tres grandes zonas, la sierra de Comechingones, hacia el sudoeste, colindando con la provincia de San Luis; las sierras de Guasapampa y de Cuniputo, esta última una ramificación de la Sierra Chica, hacia el noroeste, cerca de la provincia de La Rioja, y hacia el norte, las Sierras del Norte, con ramificaciones hacia Santiago del Estero. Fueron estudiadas por Gardner y Vignatti, pero especialmente por Asbjorn Pedersen, que se valió de iluminación infrarroja y reprodujo aproximadamente 30.000 dibujos en 200 cuevas o abrigos. Pedersen llegó a las siguientes conclusiones:
1) El indígena de las sierras de Córdoba, Sierras del Norte, zona de Cerro Colorado, se regia por normas convencionales generalizadas de la zona para realizar las pinturas rupestres, ejecutadas conforme con una ideología de carácter mágico ~ religioso y no con fines decorativos como se supone comúnmente;
2) Dichas normas se relacionaban directamente con su modus vivendi más común de los elementos a reproducir: por ejemplo, del trato con el ser humano, con exaltación de detalles individuales, frontales y dorsales de sus vestimentas; los mamíferos generalmente observados de perfil o de tres cuartos de perfil; los artrópodos y reptiles observados en el suelo; las aves observadas en vuelo (las rapaces) y las de tierra, de perfil.
Lengua
Había dos grupos lingüísticos: el del norte, que hablaba la lengua henia, y el del Sur, o camiares. No solo había diferencia lingüística, sino también cultural; según Antonio Serrano, los camiares no conocían la cerámica moldeada dentro de cestos, común en el norte o zona de los henia. Los gentilicios conservados no son más que apellidos o parcialidades: auletas, sauletas, michilingues, pascos, chimes, nogolmas, nondolmas, pansolmas,etc.
Algunos vestigios toponímicos de esas parcialidades quedaron como Camicosquin, Olahen, Tohaen, en el valle de la Punilla. La sierra de los Gigantes habría sido el límite los henia y los camiares.
El material lingüístico que tenemos de estos indígenas se reduce a unas pocas palabras seguras, unas cuantas dudosas, y algunas otras puestas equivocadamente en ellas.
Igualmente extinguido, este idioma no ha dejado restos que den esperanzas de una solución al problema de clasificarlo. Henia y camiare se citan como sus dialectos del norte y del sur, respectivamente. Es posible se relacionara con el sanavirón, o según otros a de ser agrupados junto al diaguita. Pueden haber sido dialectos afines el michilingue (Valle del Conlara) e indamá o indamu. Como variedades del comechingón se citan main, yuya, mundema, cama, umba.
Parece como si indamá fuese designación de los propios Comechingones, en alguna de las lenguas del derrotero de los españoles.
La voz carachi-orco, que se da como de la lengua henia con el significado de «teta de piedra» (orco es cerro en quechua) tiene su equivalente en Carachi pampa, una llanura en Antofagasta.
En aimará kara es «cerro pelado» y chichi «pezón de mujer», también granizo, en quechua.
En resumen, las palabras comechingonas que parecen seguras, son las siguientes:
Henen, henin, hen, pitin: pueblo, en henia.
Naguan, acan nave: cacique, en henia
Nave, navira: cacique, en camiare
Lemin: pescado, en henia.
Luimin: pescado, en camiare.
Butos: casa, en henia.
Tica: mojón, en henia
San: río, en henia (agua o río)
Chi: pezón, en henia
Eara: Peñasco, en henia
Usos y costumbres
Cultivaban el suelo, eran cazadores y recolectores; criaban llamas. En sus siembras figuraban maíz, porotos, zapallos, quinoa; cazaban guanacos, liebres, ciervos; recolectaban frutos de algarrobo y del chañar. Los morteros excavados en la roca y las conanas atestiguan la preparación de los granos; en los morteros con manos de forma cilíndrica, se molía la quínoa y el maíz.
Su vivienda era semisubterránea, en oquedades o cuevas de las sierras, o cavada en tierra y cubierta con madera o paja; los abrigos rocosos se completaban con pircas adosadas a ellos.
Religión
Poco se conoce de sus rituales; habrían poseído la noción de un alto Dios representado por el Sol; practicaban también la magia y las danzas rituales, de origen amazónico, como se advierte en las pinturas rupestres de Cerro Colorado, en las que el hechicero hacía uso del fruto del cebil como droga narcotizante; el cebil pulverizado era tomado por la nariz y la arqueología encontró tabletas de piedra y de madera que se utilizaban para molerlo y ofrecerlo.
Los muertos eran enterrados en posición acurrucada, tal vez envueltos en un cuero; se hallaron recipientes de barro que pudieron haber contenido restos de párvulos; pero no hay pruebas de que los comechingones enterrasen a sus niños en urnas como hacían los diaguitas; en cambio lo harían en pequeñas cámaras sepulcrales, como las de Rumipal y Unquillo.
En las cuevas se hallaron pictografías y en los paradores estatuillas de barro de un admirable naturalismo.
Familia
La familia constituía la base del ordenamiento, por encima de la familia estaba la parcialidad, que ocupaba un área delimitada; las parcialidades tenían un cacique y cuando crecían mucho se desintegraban en unidades menores con un cacique propio, sin romper los vínculos de la parcialidad matriz.
Economía
Fueron agricultores, conocieron la irrigación artificial. La crianza de animales domésticos estaba dada por lo que los españoles llamaron carneros de la tierra.
También se cree que el perro les acompañaba. En cuanto a la recolección de frutos silvestres se sustentaban de algarroba, la cual molían y usaban en la preparación de una especie de pan o torta denominada "patay". Esto se complementaba con chañar y otros frutos propios de la región.
La caza era otra manifestación económica citándose especies de ciervo, el guanaco, la vizcacha común, quirquinchos, el hurón, dos especies de zorro, la liebre de la Patagonia, iguanas, y diversas aves cuya lista encabeza el ñandú.
Vestimenta
Vestían faldellín o delantal largo, Camiseta y manta por lo general de lana de camélidos indígenas que criaban en cantidad. Hilaban la lana de los camélidos; lo atestiguan numerosos morteros hallados en la región; mucho de ellos, de barro, muestran dibujos incisos; Con el hilo tejían las mantas. El tejido se hacía con malla menuda, muchas labores en las aberturas, ruedos y bocamangas, las numerosas estatuillas de barro que se hallaron indicarían que se trataba de adornos para la indumentaria; entre los adornos figuraban varillas de metal que equivalían a plumas y que se ponían en el tocado; el más simple de los adornos era una especie de vincha.
Trabajaban la piedra y confeccionaban hachas, puntas de flecha, raspadores; las puntas líticas son casi triangulares, sin pedúnculo; hachas de piedra con o sin garganta. También utilizaban el hueso para puñales y cuchillos, husos, puntas de flecha alargadas y de gran tamaño hacían collares o chaquiras con conchillas para ornamentos de los vestidos. La cerámica no tuvo gran desarrollo y era muy primitiva. La mayor parte de la encontrada hasta ahora es lisa; cuando existe la decoración es simple, incisa, geométrica; la Cerámica pintada en el área de los comechingones seguramente de procedencia extraña. En la forma de los vasos predomina la subglobular, de asiento plano cuello cilíndrico; lo que varia es el tamaño; las huellas de cestos y redes son visibles en la alfarería de lo que indica se practicaba la Cestería y la confección de redes.
Como armas usaban el arco y la flecha y las medias picas; también las boleadoras y las lanzas de punta elíptica.
Conquista
Con la fundación de Córdoba en 1573 comenzó la hispanización de los comechingones; en las encomiendas no se tuvo presente la calidad étnica ni el origen de los indios; se encomendaba juntos a comechingones y a sanavirones, de lengua, cultura y origen distintos, y se les agregaba indios de otras procedencias: huarpes olongastas puntanos y riojanos, encomendados frecuentemente en vecinos de Córdoba, sobre todo antes de que se fundase La Rioja, en 1591, y San Luis, en 1594.
Los misioneros no se preocuparon de estudiar la lengua de los pobladores originarios cordobeses y en cambio trataron de imponerles el quechua, como a los tonocotés de Santiago del Estero, lengua que ellos y muchos conquistadores conocían; esos esfuerzos, según documentos de los siglos XVI y XVII, tuvieron algunos resultados, pero con la pérdida del idioma propio se produjo también la extinción o dilución de los comechingones en la masa mestizada de la antigua gobernación del Tucumán.